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En el exterior destaca su proporcionalidad, la imagen de la catedral presidiendo la plaza es de gran belleza. Su fachada es un ejemplo de la suma de diversos estilos arquitectónicos representados a lo largo del tiempo, consecuencia de sus reformas y ampliaciones. Se compone de tres grandes ojivas que se corresponden con las tres naves interiores.

En la ojiva central, se presenta un rosetón del siglo XIII de cinco metros de diámetro con vidrieras policromadas. Bajo éste, una muestra de su estilo románico inicial, su portada principal, formada por tres arquivoltas que sostienen a cada lado tres delgadas columnas rematadas con capiteles labrados. El tímpano liso que enmarca fue decorado al fresco en el siglo XVIII con una imagen de la Inmaculada Concepción con ángeles y flores. Sin duda, una curiosa composición pictórica barroca en un tímpano de origen medieval. Barroco es también el frontispicio que corona la parte central de la fachada, que incluye a San Rosendo sobre su acrótera y a la imagen coronada de la Asunción, advocación de esta Catedral al igual que en muchas iglesias de estilo cisterciense.

En las dos ojivas laterales nos encontramos con unas pilastras toscanas, sustitutas de los gruesos contrafuertes originales; y ventanales orneados con un marco barroco con los relieves de San Lorenzo y San Jerónimo.

La fachada está flanqueada por dos imponentes torres barrocas de tres cuerpos. La torre derecha, la del reloj, sobresale de la fachada medio metro más que su compañera. Está hueca y en ella se emplaza la maquinaria del reloj. Por el contrario, la torre izquierda envuelve en su interior la originaria torre medieval, oculta tras la gran reforma barroca del frontal del siglo XVIII. En la parte superior de esta torre se encuentran las nueve campanas del templo. La principal de ellas, oculta tras una gran verja de hierro, recibe el nombre de “La Paula” en memoria de la discípula de San Jerónimo

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